8 Mayo – Manual para Mendigar amor. ¿Pedir es mendigar?

En el episodio de hoy me voy a concentrar en unas de las acepciones de la palabra mendigar que se refiere a pedir intensamente, lo cual sin duda no nos es fácil. Como te dije en el primer día de esta semana: ¿cómo vamos a pedir amor?

Bueno déjame decirte que como los grandes temas de la vida creo que nos enfrentamos con una gran paradoja. Queremos pedir, necesitamos pedir, pero no lo queremos hacer tampoco. En primer lugar, somos seres que necesitamos amor de manera desesperada, lo aceptemos o no. Somos las criaturas más dependientes de amor desde la cuna hasta la tumba. Sin amor, nuestra salud se deteriora. Sin amor y compañía, nos desequilibramos. Y no solo me refiero al amor de pareja. Necesitamos muchas maneras de amor y cuidado, porque así no diseñó Dios. Para depender de una familia amorosa que provea lo que necesitamos, de una comunidad donde haya relaciones significativas y seguras. Necesitamos ambas cosas. No contar con el amor seguro de otros, sí nos afecta tremendamente, lo aceptemos o no.

De esto somos testigos como terapeutas todos los días. Siempre necesitamos saber que alguien nos ama, sin condición, necesitamos el ánimo y la valoración de los demás y así lo reconozcamos o no, detrás de muchos de los malestares que podamos tener a nivel espiritual, mental o emocional, tiene que ver con necesidades no suplidas, de las cuales muchas veces ni somos conscientes. En una pelea es mucho más difícil decir, que nos sentimos indignos de amor. Hacemos protestas de apego, peleamos por sentirnos desvalorizados, invisibles, irrespetados, muchas veces pegados de detalles, que terminan en peleas.

¿De dónde viene esta dificultad de pedir lo que realmente necesitamos en una relación? ¿Por qué se siente tan humillante y nos parece que si pedimos estamos mendigando como pordioseros? No sé si lo piensas así: pedir es humillante. Se supone que los demás me deben dar libremente lo que quieran y si no quieren pues le aplicamos la cultura de la cancelación, bien sea en nuestro corazón o los bloqueamos en el chat.

Según Brené Brown, una investigadora del tema de la vulnerabilidad, descubrió que la mayor dificultad para ser honestos con nosotros mismos y con los demás, se encuentra en la vergüenza y la sensación que tenemos por dentro de indignidad: no se suficientemente buenos, valiosos, capaces, ser indignos de amor, ¿Dónde aprendimos eso? ¿Lo aprendiste tu? El origen es complejo, pero la realidad es que luego de la caída moral, el ser humano, relatada en el capítulo 3 del Génesis, al estar en un estado de separación de lo único que nos daba seguridad completa en nuestro valor, de nuestro Padre que es amor. Quedamos como huérfanos errantes, escondidos en una cueva de vergüenza. Es la mejor explicación de esta realidad.

Esta orfandad profunda, que implica todas las dimensiones del ser, no solo es el resultado espiritual, sino que puede tener origen en experiencias de abandono, rechazo, abuso y separación y ambivalencia. De hecho, el conflicto entre Adán y Eva estuvo desde el principio, luego siguió el conflicto entre Caín y Abel. Todo esto forma parte de la terrible herencia de separación de Dios. Especialmente si recibimos la ambivalencia emocional como parte de nuestra infancia y adolescencia que no que no afirmó nuestra aceptación y pertenencia, siempre tendremos esta gran duda.

Por eso tiene sentido que cuando nos enfrentamos a pedir para nuestras necesidades de amor y pertenencia, que aparezcan pensamientos tales como:

“Yo no puedo pedir, porque no quiero molestar a nadie”. Ahí surge el sentimiento de indignidad.

“No pido mejor porque puede pensar que lo quiero manipular, y se puede dañar nuestra relación”. Ahí surge el miedo a ser juzgados en nuestras intenciones.

“¿Y si pido y me dice que no? ¿Qué haría?” Aparece el terror que nos da la soledad.

“No puedo pedir porque eso es mostrar mi debilidad y se pueden aprovechar”. Un temor que tiene su origen en experiencias dolorosas.

No voy a pedir porque ya lo hice y no paso nada”. El miedo a la no respuesta es aterrador. Preferimos no correr el riesgo.

¿Qué añadiría a esta lista? ¿Cuáles son tus razones favoritas, para no pedir a los demás lo que necesitas?

¿Te das cuenta de lo que está de fondo? Solo hay una raíz: el temor. Y, ¿sabes qué? Es precisamente lo que hicieron Adán y Eva, cuando se dieron cuenta que estaban desnudos, tuvieron miedo y se escondieron. El temor nos mantiene desconectados no solo de Dios, sino de los demás.

Puedes estar esta noche durmiendo con alguien en tu misma cama, pero no te atreves a pedir lo que necesitas, por temor, por vergüenza o por dolor. Puedes mantener tus relaciones superficiales, aunque por dentro anhelas ser amado de una manera mucho más profunda. Ser amado y amada con la seguridad de que pase lo que pase no estarás solo es un regalo y un privilegio muy grande. ¿Qué complejo es este tema verdad?

Lo que me anima es que a pesar de que no hay soluciones mágicas, pero si contamos con un punto de partida. Sí te puedes recuperar de esa pandemia de miedo. Lo que necesitas comprender más que cualquier cosa es la complejidad a la que te enfrentes cuando necesitas algo de alguien, pero hay un principio que nos deja un texto demasiado importante. En 1 de Juan 4, el discípulo que se supo amado por Jesús, nos dice lo siguiente, desde el v. 7 en adelante:

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios.  El que no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios así nos amó, también nosotros debemos amarnos unos a otros.  A Dios nadie le ha visto jamás. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor se perfecciona en nosotros.  En esto sabemos que permanecemos en Él y Él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y damos testimonio de que el Padre envió al Hijo para ser el Salvador del mundo. Todo aquel que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos llegado a conocer y hemos creído el amor que Dios tiene para nosotros. Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él.  En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como Él es, así somos también nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor involucra castigo, y el que teme no es hecho perfecto en el amor”.

En conclusión, si tu copa de amor ya está llena en el lugar del amor eterno, entonces podrás tener la libertad para pedir, porque no será un acto de humillación sino de libertad, porque ya eres libre para pedir, sin depender del amor del otro. Ya eres amado, ya estás seguro, ya nadie te puede humillar. No hay barrera que él no salte, ni muro que no escale para rescatarte.

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