Esta semana hemos explorado dos personajes, don Estrés y doña ansiedad. A veces sin duda parecieran jugar pin pong con nuestra mente. En el episodio de hoy 

Profundizaremos en un tipo de ansiedad que no pocos experimentan y que es muy importante que puedas reconocer cuando te pase a ti o a tus seres queridos.  

Quizás nunca he experimentado un ataque de pánico como lo viven algunos de mis pacientes: con miedo a morir, taquicardia y terror, con varios síntomas como no poder respirar, tener ganas de salir corriendo, o fobias extremas, imposibilidad de parar los pensamientos o ideas catastróficas sobre el futuro, pero lo que sí recuerdo son dos experiencias que me ayudaron a comprender un poco la vivencia de algunos con este tema.  

En una de ellas yo estaba sentada en una clase un país extranjero, en un día frio y lluvioso. Llevábamos muchos días grises sin sol.  Repentinamente, en plena clase me invadió un pensamiento irracional en cuanto miré por la pequeña ventana el cielo gris. Una voz en mi mente me decía: sal, corre, ¡busca el sol! Tuve la sensación de que iba a perder el control. Mi pecho se contrajo y sentí que casi temblaba. La parte racional me impelió diciéndome: – ¿Cómo se te ocurre?, ¿estás loca o qué? – Entonces me di cuenta de que algo no estaba en balance en mi cuerpo y quizás me hacía falta vitamina D.  

¿Cómo puede uno perder el control? ¿Qué hubiera pasado si hubiera salido corriendo y gritando por la calle? Quizás me hubieran encerrado en un sanatorio, ¿no creen?  

Mis pacientes que sufren de ansiedad se sienten así, y seguro peor, yo solo sé que fue horrible. Logré controlarme, por el temor a lo que dirían, pero quedé muy impactada. Ha sido una experiencia que aún sigue muy viva en mi memoria. En esta ocasión, pude comprender mejor la experiencia de personas que han experimentado pánico, terror, desesperación incontrolable, incluso desde muy pequeños. ¿Saben que hay niños que viven esto, a veces lo experimentan siendo muy pequeños? Pero a veces los adultos no se dan cuenta. Y es precisamente esta desconexión emocional en la familia, una de las raíces más importantes de los problemas de ansiedad y pánico en la vida adulta. El abandono, por ejemplo, puede ser parte de esto.  

Mi segundo encuentro con “doña ansiedad” ocurrió luego de una reunión muy fuerte con unos colegas, en la cual me sentí fuertemente presionada a tomar una decisión sobre uno de los proyectos más importantes para mí. Hubo una diferencia importante en la visión y métodos de hacer las cosas, y entonces tuve que defender mis convicciones y arriesgar el futuro. Salió bien, pero el nivel de estrés fue tanto que mi mente pasó toda la noche encendida. Fue la primera vez que una cascada de cortisol me tuvo despierta la noche entera, con una imagen fija en mi mente; esa reunión. Ni las crisis más grandes que hube vivido al momento me habían invadido de esa manera. Ahora comprendo cuando alguien se refiere a su mente como una “loca imparable”; o quienes tienen “flashbacks” de escenas de trauma, que, en los casos complejos, pueden durar años.  

 
Doña ansiedad” es una mala consejera agazapada que aparece de la nada, sin control, y parece que juega con nuestra mente y cuerpo a su antojo. He tenido que atender personitas en pleno ataque de pánico o ansiedad que se sienten demasiado vulnerables, desprotegidas y asustadas. No se trata de pasarles un vaso de agua, sino de entender que algo pasa con su cerebro. Quizás aparezca cuando sentimos un descontrol mayor sobre nuestras circunstancias o una pérdida importante en nuestra vida. Es una paradoja: el descontrol aparece cuando queremos controlar todo por temor.  

Es la voz irracional que da rienda suelta a nuestros temores más profundos. Es el estado de alerta que prende los botones de nuestra alarma de supervivencia. Nos habla acerca de la percepción del peligro sea racional o no. Esa que se prende cuando percibimos no solo un peligro real, del cual, si debemos protegernos, sino un estado de desprotección. 

En mi propio caso hasta que no aprendí a reconocerla, parecía la Martha, hermana de María, procurando hacer todo lo posible para que el caos no me tragara entera a mí y a mi familia. Es bueno servir, pero hacerlo con la preocupación como de una madre intensa y preocupada, no tiene nada de encantador.  

Lo que si debes saber tu es que esto te pudo haber pasado y no te diste cuenta, o incluso estás tan acostumbrado a la ansiedad, esa mala consejera, que ni te das cuenta.  

Es muy importante que puedas reconocer cuando el control se te ha convertido en descontrol, el cual no podrás controlar, porque se trata de un círculo vicioso. Eso te va a llevar a descontrol. Aprendimos en el episodio sobre el manejo del estrés la importancia de mantener un desapego benevolente de las cosas, sabiendo que necesitas entregar todo y a todos al Señor de todas las cosas, porque él tiene cuidado de ti.  

Una persona ansiosa y temerosa, necesita aprender a lidiar con sus temores específicos y con la necesidad que tiene de pertenencia y seguridad emocional. Sientes pánico cuando te sientes solo y desconectado. De hecho, ese tipo de trauma puede ser el origen de un trastorno afectivo ya generalizado en la vida adulta.  

Si reconoces que estás lidiando con temores irracionales, con fobias que no puedes controlar, con obsesiones compulsivas en tu mente, pánico, o una preocupación excesiva por el futuro es bueno que sepas que esto puede tener sentido por las cosas que hayas vivido, que fueron muy dolorosas o traumáticas, e incluso puede tener un componente biológico y genético. Incluso una falta de algún químico en tu cerebro también.  

No hay fórmulas mágicas para tratar esto, pero si es bueno que sepas que no debes sufrir esto solo, que no se trata de que seas incapaz o te falta fe. Ten compasión de ti y busca ayuda. En este caso si en necesario una atención más especializada. Hay muchos recursos disponibles para ti. Puedes pedir ayuda en www.fundacionvinculo.org o con profesionales de tu confianza.  

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