Hola, en el episodio de ayer comenzamos una miniserie sobre el tema del activismo. Es corto y podrás coger el hilo fácilmente, para continuar con mi propia historia hoy.

Es interesante que lo primero que aparece en el tema del activismo, en los buscadores es más relacionado con causas políticas o de derechos humanos.  Se nota lo que marca la pauta en este tiempo turbulento. Pero si se habla de exceso de actividad si aparece ya como un problema que puede debilitar el sistema inmunológico y hacerlo más propenso a enfermarse. El estrés de las largas horas de trabajo hace que el cuerpo produzca cortisol.

Les sigo contando sobre mi descubrimiento en mi lucha contra mi propia adicción activista. Con la ayuda de mi terapeuta descubrí que sufrí algunos eventos importantes en mi vida de descuido y negligencia que, de una manera no consciente, me llevaron a procurar que otros no sufrieran lo que yo sufrí. Este era un mecanismo de compensación a ese trauma de abandono. Pude acceder a ese dolor primario, y a los eventos donde nadie cuidó de mí.

Así, al ser consciente de eso, cuando alguien me solicita ayuda ahora, antes de decir que si, reviso qué me pasa y cuál es mi motivación para hacerlo. Fue la única manera de comenzar a balancear mejor mi ritmo en ese momento de mi vida. Si bien sigo siendo activa, la angustia no está, y soy más consciente de que necesito y de cómo pedir a Dios y a otros por mis necesidades. Ese es el punto: el balance en entre dar y recibir y entre cuidar y ser cuidado. Este problema simplemente se llama “orfandad”.

Para siervos que se interesan por otros, siempre será un reto encontrar el ritmo del descanso y el balance entre actividad y descanso. Ahora, si estoy cansada, simplemente paro y entrego al Señor todo; pero también decido atender mis necesidades y organizar mejor las prioridades. Eso si me ha tocado pagar un precio: descansar en el Buen Pastor, quien me puede cuidar; quien puede atender mis necesidades.  Y cuando siento que alguien no tiene a nadie que los atienda o los cuide, primero reviso mi motivación y mi capacidad. Esto no quiere decir que ya estoy del todo recuperada, pero no se trata de eso, se trata de darse cuenta y hacer algo al respecto.

Es importante entender que los ministros, los misioneros, terapeutas y consejeros también a veces necesitamos ayuda. Igual sucede con quienes cuidan de otros en le campo de la salud. La supervisión, el dar cuentas y la mentoría son disciplinas fundamentales para “cuidadores”. De hecho, en el staff de terapeutas en nuestro Centro de Familia, parte de nuestro protocolo es la supervisión colaborativa, porque hemos sido testigos del desastre de consejeros o ministros que no le rinden cuentas a nadie y al final no terminan bien. Nadie está terminado, seguimos siendo discípulos y ovejas. Y, además, muchos de nosotros hemos experimentado esa orfandad, de la que te hablé en el párrafo anterior, esa que nos ha hecho mella en nuestra vida.  Esto se aplica al campo de líderes en cualquier aspecto, incluido la familia.

Conozco a muchos que, siendo líderes, son huérfanos, atrapados en el activismo, sin poder parar ni descansar. En próximos episodios revisaremos un poco más las razones.  Esta condición los lleva a ser complacientes y a cuidar de una manera desbalanceada de otros, mientras se descuidan a sí mismos o a sus hijos y familia. Es algo triste porque al final de cuentas, esto es un caldo de cultivo para el “abuso espiritual”, la codependencia, el agotamiento y la decepción. Al final tu sientes que diste demasiado y que los demás no te pagan de una manera coherente.

Lo peor de la orfandad interna de un líder, consejero, terapeuta o pastor, es que ser necesitado resulta tener una ganancia secundaria. Es bueno que seas consciente de eso. Se siente bien jugar a ser ¨salvador¨, a ser importante para alguien, ser buscado. Y es difícil ser honesto al respecto porque puede llegar a ser un juego psicológico complejo. ¡Como me costó comprender que ese puesto redentor ya estaba ocupado y solo le pertenece a Él! De hecho, no es solo reconocerlo, es realmente arrepentirnos de eso.

¿Has pensado que tu exceso de actividad puede ser una expresión de orfandad en tu vida? De esa necesidad que, incluso desde pequeño has tenido de cuidado para ti, que ¿ahora se expresa en tu incapacidad de cuidar de ti mismo? Es algo que te puede cobrar factura y espero, que, a partir de hoy, aproveches para darle un giro a tu ritmo.

Te concluyo algo importante: no se trata de que dejes de pensar en otros y te dediques solo a cuidar de ti mismo, cayendo en indiferencia y falta de amor, pero tampoco se trata de dedicarte tanto a cuidar de los demás, dejando de cuidar de ti mismo.

Es bueno que seas un pastor, líder, padre o madre esforzado, pero recuerda que el balance te permitirá seguir saludable, cuidando de los que amas, y fuerte para seguir en esa ruta del amor, pero también aprender a recibir y a descubrir que otros también pueden cuidar de ti.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *