Una de las primeras tareas terapéuticas que proponemos a las familias es la recuperación de la mesa en la dinámica familiar. Así sea una vez al día o unos tiempos planeados en la semana. El sentido de hogar que permite abrir el corazón en el compartir diario.
Espero que al cerrar esta semana quede claro cómo es que puedes tratar con tu propia orfandad y cómo disfrutar del regalo de adopción que te da tu Padre Celestial, pero también, cómo es que Dios se ha propuesto ofrecer soluciones a nuestra necesidad grande de comunión y celebración, a través de nuestras relaciones significativas.
Cuando me siento vulnerable a la soledad, el pensamiento del Hogar me vuelve al equilibrio y exorciza mis más grandes temores: ¿qué tal que me quede sola? Solo tengo que recordar que tengo un Padre y soy Su hija. El canto del salmista Jason Upton, “Home to me”, me recuerda que Él me llama por mi nombre y nunca me olvida; que soy su oveja y cuando me llama por mi nombre, me lleva a Su casa de nuevo. Aquí un segmento traducido de la canción: “Eres hogar, hogar para mí. Eres paciente y amable. Tú eres paz, paz para mí. nunca fallas”. En Tu casa hay sitio para mí y ahí puedo escuchar QUIEN SOY.
Un hijo es hijo, porque tiene padre, y no aprende a ser un buen hijo a menos que tenga un buen padre. Toma en serio tu necesidad de Padre, y acepta el regalo de adopción que él te puede dar, sin confías en la Obra completa de Cristo. ¿Eres hijo y no estás disfrutando de este regalo?, es hora de entrar a la fiesta de tu Padre, que te ofrece por su Gracia.
Son muchas las familias que, por los afanes y las complejidades del mundo moderno, han perdido esos espacios de hogar. Muchas veces los niños, especialmente los adolescentes, comen en sus cuartos, y terminan esclavos de las redes, solo por soledad y desconexión. Mala idea propuesta por la vida postmoderna. En los hogares seguros no debe existir esa posibilidad de desconexión.
Estoy convencida de que el ministerio de la hospitalidad no es un extra para los creyentes, ni para la iglesia, que el altar familiar, no es solamente una opción. Es una urgente necesidad de un mundo que sufre una terrible orfandad y desconexión. Los ágapes y los tiempos de celebración no deberían ser los extras del programa de discipulado, deberían ser lo esencial; para poder enseñar a los abandonados, a los heridos, y a los que no han tenido buenos padres, que sí hay un Buen Padre y que tenemos hermanos. Esto es lo que permite un ambiente de vulnerabilidad adecuado para la salud integral.
Este es un tiempo de demasiado quiebre interno y relacional, el ministerio de la hospitalidad sigue siendo la solución de Dios para ofrecer las Buenas Noticias en el contexto que son dadas, por el Padre de la Casa. Es tiempo de orar, de comer y de jugar en nuestros hogares. Este no es un aspecto del ministerio, que es fundamental y se requiere volver al modelo de Jesús; por las casas. No es una estrategia de comercio evangelístico, es esencial.
Como comunidad local, luchamos muchos años por modelar la hospitalidad, enseñarla, solicitarla. Pero no fue fácil, quizás por eso es un mandamiento. Ha sido muy difícil que las personas y los líderes las tengan como parte de su discipulado. Este tiempo post pandemia requiere una recuperación muy urgente en ese sentido. Se necesitan hoy comunidades de creyentes que entiendan que somos la respuesta a los huérfanos y a las viudas, y que es por ese amor que Él será conocido.
Los jóvenes que se han alejado de sus iglesias no están rechazando a Dios, creo, están buscando coherencia y amor verdadero. Muchos de ellos me han dicho, con dolor: “yo no quiero religión, no quiero hipocresía”.
Hay culturas que son más cerradas que otras y no abren con facilidad la puerta a los huérfanos, pero debemos ser conscientes de que no es suficiente con lo que ocurre en las iglesias durante los servicios dominicales. El ministerio en las casas y la apertura de la mesa a los que necesitan atención, amor y cuidado, siempre ha sido necesario, pero nunca tanto como en este tiempo de crisis familiares, exilios, inmigrantes y salud mental resquebrajada.
Esta semana termino con unas preguntas para ti:
- ¿Has tenido la experiencia de visitar las casas de tus hermanos y líderes?
- ¿Crees que has sido hospitalario?
- ¿Sueles invitar a la gente a tu hogar? ¿Y saben qué? Siempre requiere un servicio, un extra. Limpiar tu casa, servir comida, tocar tu presupuesto.
- ¿Crees que se suficiente con estar en un servicio dominical para crecer espiritualmente?
- ¿Cómo has podido modelar la hospitalidad en tu vida?
Dos textos nos exhortan al respecto y te los dejo al cerrar esta semana: Hebreos 13:2 dice: “No se olviden de mostrar hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles”. Y en 1 Pedro 4:9-10 dice: “Practiquen la hospitalidad entre ustedes sin quejarse. Cada uno ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando bien la gracia de Dios en sus diversas formas”.
Si queridos, el servicio a los demás en tu casa, debe estar en tu presupuesto. Alguien diría es que no me alcanza para comer. Sirve un plato sencillo, pero lleno de amor. La hospitalidad no es una opción querido y querida, cambia tu agenda ocupada y da lugar a las personas en tu vida, pero no solo de manera virtual, que tu casa este abierta. Es urgente.