En mi libro anterior, “Sin Familia no hay Futuro” planteo la teoría de que quizás estamos frente a una generación con rasgos de narcisismo.

En el episodio de ayer espero haberte animado a revisar tu actitud frente al mal, porque sin duda ser Sal y Luz, frente a la oscuridad, es uno de los roles más importante como creyentes, pero nos toca revisar muy bien, qué es precisamente lo que nos está afectando, como individuos, familias y sociedad.

Tomemos en cuenta la descripción del Trastorno Narcisista, según la Clínica Mayo:

“El trastorno de la personalidad narcisista es una enfermedad de salud mental en la cual las personas tienen un aire irrazonable de superioridad. Necesitan y buscan demasiada atención, y quieren que las personas las admiren. Es posible que a las personas con este trastorno les cueste comprender o no les importen los sentimientos de los demás. Sin embargo, detrás de esta máscara de absoluta confianza propia, no están seguras de ellas mismas y reaccionan fácilmente a la más mínima crítica.

El trastorno de la personalidad narcisista causa problemas en muchas áreas de la vida, como las relaciones interpersonales, el trabajo, la escuela o los asuntos financieros. En general, las personas con trastorno de la personalidad narcisista pueden sentirse infelices y decepcionadas cuando no les hacen favores especiales o no reciben la admiración que creen merecer. Pueden sentir que sus relaciones interpersonales son conflictivas y poco satisfactorias, y es posible que los demás no disfruten de su compañía”.

Ayer hablamos de sociedades enfermas de indiferencia. No voy a decir que todos entonces somos narcisistas, o que la indiferencia como falta de amor, no sea pecado, pero la realidad es que algo anda mal y bien sea el sistema familiar no ha fortalecido la identidad de los hijos en el amor o los sistemas religiosos nos han dejado enfermos de individualismo, religiosidad o parálisis.

Se considera que los Narcisistas se caracterizan por una incapacidad de ser vulnerables y sentir empatía por el otro, cuyo fenómeno en los menores se manifiesta en un aumento del bullying en las escuelas y colegios, en los últimos tiempos, y en los adultos se expresa con una impactante la violencia con discursos de odio y agresión de todo tipo, para quien no piensa igual, para el débil o cualquiera que me parece antipático. Buen ejemplo de esto es lo que pasa en las redes. Somos violentos, sin duda.

Cabe traer la teoría de un experto sobre este fenómeno desde la perspectiva de la vulnerabilidad y el desarrollo infantil.  Gordon Neufeld plantea que alguien muy expuesto a la vulnerabilidad se vuelve precisamente indiferente a los demás, poco compasivo, incapaz de dar importancia al otro y de sentir empatía.

Lo más preocupante es la marcada indiferencia a la vulnerabilidad de los otros; Somos sociedades enfermas, que no dan espacio a los débiles, matan a los niños antes de nacer, de forma masiva y proponen la eutanasia como única opción ante la enfermedad terminal o la debilidad psíquica, como ya está ocurriendo en algunos países que se precian de desarrollados y tienen leyes de Eutanasia.

Debemos considerar el importante papel de la familia aquí en la cual precisamente se aprende la empatía y se modela el amor. Solo en ese contexto es que se puede experimentar y modelar la vulnerabilidad saludable. Se aprende el sano manejo de las emociones negativas y de la frustración.

Es posible que parte de lo que nos pasa es que nos sentimos tan impotentes frente a mal, que decidimos ni pensar en lo que nos incomoda y menos permitir que nos duela. O hemos sido tan expuestos a la vulnerabilidad que al sentirnos alcanzados por el dolor de otros nos protegemos con un manto de indiferencia.

Una familia que no enseña y modela la empatía y la compasión le entrega a la sociedad individuos desconectados, ansiosos o adictos a formas de consuelo extrahumanas como sustancias, comida, redes, sexo impersonal, entre otros.  

Si hemos venido de este tipo de familias o ambientes y la recuperación será lenta, pero es posible. Yo misma he participado de esa indiferencia, pero lucho con todas mis fuerzas, para no dejarme hundir en ese lago de desesperanza o que se me fatigue la compasión.

Aquí te dejo un texto de Aquel que no es indiferente para nada al mal, que lo expone de una manera fuerte para que recordemos qué va a pasar a aquellos que no protegen a los niños, y por ende no protegen el futuro de una familia y de una sociedad. El verso de Mateo 18:6 dice:  

“Pero al que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le sería que le colgaran al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y que se ahogara en lo profundo del mar”. 

No pasa indiferente para Dios, ni el mal, ni la necesidad de los demás. Espero que, si tú te sientes identificado con algo de este tema de la personalidad narcisista, pues lo reconozcas y puedas empezar a hacer cambios significativos, por el bien tuyo y por el de los demás. Que Dios te bendiga.

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