Septiembre 19, esperanza para mi futuro en el capítulo que hemos estado revisando en esta semana de jeremías 31, tan rico, tan lleno de figuras maravillosas que quiero animarte, que lo leas completo. Hablaremos hoy de otra dimensión de la restauración que tiene que ver con el compromiso que tengo yo mismo.
En pedirle a Dios, en volverse a él para que te restaure. En estos días que estuve con tantos dolores y tan enfermita. Eso fue obviamente un clamor de mi alma, cierto señor Restáurame, señor Sáname, pero escuché una voz que me dijo, si yo también quiero restaurar tu alma, porque muchas veces no entendemos que nos está pasando hasta que aparecen síntomas.
De diferentes cosas en nuestra vida puede ser físicos, emocionales y espirituales. Vamos a leer desde el versículo 15 hasta el versículo 19 de jeremías 31. Esto dice el señor, en Ramada se oye una voz profunda, angustia y llanto amargo. Raquel llora por sus hijos, se niega a que la consuelen porque sus hijos se han ido, pero ahora esto dice el señor, No llores más porque te recompensaré, dice el señor.
Tus hijos volverán a ti desde la Tierra lejana del enemigo. Hay esperanza para tu futuro, dice el señor. Tus hijos volverán a su propia Tierra. Oí a Israel decir, me disciplinaste severamente como un becerro que necesita ser entrenado para el yugo. Hazme volver a ti y restáurame porque solo tú eres el señor. Mi Dios me aparté de Dios, pero después tuve remordimiento.
Me di golpes por haber sido tan estúpido. Estaba profundamente avergonzado por todo lo que hice en los días de mi juventud. ¿Quién empieza a pensar cuando está sufriendo? ¿Qué he hecho mal, qué estaré pagando? ¿Qué es lo que no funciona? ¿Por qué no me está yendo bien? ¿Por qué estoy enfermo o por qué me ha salido mal este negocio? ¿O por qué he tenido esta pérdida tan grande? ¿Por qué quizás?
He perdido un hijo, un negocio, unos amigos. En fin, siempre que estamos sufriendo, como dice aquí la mujer de Ramá que llora por sus hijos, Raquel, angustia y llanto. Amargo se niega que la consuelen porque sus hijos se han ido muchas veces. Necesitamos este espacio.
De tristeza y de duelo y de lamento. Es muy importante vivirlo, pero es muy importante también poder escuchar el momento en que Dios te dice, ya te he escuchado, está bien, no llores más porque te voy a recompensar. Lo lindo es que dice una frase popular, cierto, no, no hay mal que dure 100 años ni cuerpo que lo resista.
Y eso tiene mucho que ver con este texto, porque aquí está diciendo que nuestro sufrimiento no será perpetuo. En mi libro vulnerabilidad del galón inesperado, yo creo que ya les he referido este, este piso, esta anécdota que cuando sufrí muchísimo abandono de parte de mi exesposo. En una de las cartas que más recuerdo de consolación decía, No vas a sufrir ni a llorar para siempre.
Muy importante esa esperanza para nuestro futuro. Como dice el versículo 17, hay esperanza para nuestro futuro, sea lo que sea, circunstancia que sea la que estemos viviendo, porque tenemos una Tierra prometida para nosotros. Hemos hablado del de las bendiciones en el Jardín árido, hemos hablado de los arroyos quietos, donde hay descanso para el especialmente para el cojo y para el ciego.
Hemos hablado del jardín con buenos regalos, un jardín bien regado. Ahora estamos hablando del lugar de la restauración, que es el lugar en donde tú puedes regresar a tu propia Tierra porque ya no eres un mendigo y ya no eres un exiliado. Sin embargo, hay 2 elementos muy importantes aquí también uno.
La el reconocimiento del profeta que dice, sí, yo, yo reconozco que en mi sufrimiento tú también me enseñas y me llevas al arrepentimiento. Si hay algo que nos permite revisar nuestras vidas y nuestros caminos es precisamente el dolor y el sufrimiento ante la pérdida de un ser querido. ¿Siempre nos preguntamos, hice todo bien, hice algo mal? ¿Me equivoqué?
O ante una crisis, un dolor, decimos, hay algo que no está bien en mi vida. Una pregunta que son muy válidas, pero por eso es una oración fundamental la que hace aquí el Profeta, hazme volver a ti y restáurame, porque solo tú eres el señor, mi Dios. Y si te has apartado de Dios, bien sea antes de tu dolor o por causa de tu dolor o después de tu dolor como consecuencia.
Entonces es el momento de decir, Restáurame, voy a dejar de ser así, dice aquí textual, tan estúpido como de Echarte la culpa a TI, Dios, y voy a más bien acercarme a ti. Así que en el momento del sufrimiento hay una decisión fundamental, uno. Revisar nuestras vidas 2. Examinar nuestro corazón y pedir restauración 3.
Reconocer nuestra gran necesidad y no apartarnos de él. Una amiga me decía, mi principal decisión en mi crisis fue la adoración. Bueno, en los momentos de más dolor que he tenido he podido tomar esa decisión. Voy a adorarte, señor. Espero que tú puedas seguir ese camino y vas a ver cómo la restauración aparece la puerta de una manera maravillosa.